Cuevas Sobre Su Genialidad En Pista: “Yo Mismo Me Sorprendo”

Pablo Cuevas
Pablo Cuevas

Varias personalidades tenísticas habitan apaciblemente en Pablo Cuevas. Pero dos de ellas llaman poderosamente la atención por el contraste entre sí. La mayor parte del tiempo, el ex No. 19 del mundo refleja una personalidad clásica y conservadora. Pero llegado el momento, el diestro nacido en 1986 se transforma en un tenista rebelde, con descaro y temeridad, y capaz de las jugadas más espectaculares en la historia del ATP Tour.

Cuevas debió vivir con la ambivalencia de su juego desde siempre. Durante su infancia en Uruguay intentaba obedecer a sus entrenadores cuando le enseñaban a ser fuerte desde fondo, a ser consistente y a evitar los riesgos para reducir las posibilidades de fallar. Pero al mismo tiempo, Cuevas tendía a hacer jugadas con cierto grado de dificultad y de espectacularidad.

“Cuando aprendí a controlar la pelota, ya quería hacer cosas más divertidas”, recuerda en conversación con ATPTour.com. “Me pasaba que si erraba nueve pelotas pero acertaba una jugada deslumbrante, quedaba más contento que si hubiera ganado todas las bolas jugando alto y por el medio. Por eso intentaba tirar drops, arriesgarme con una Gran Willy, con cosas más mágicas, propias del show bonito”.

La intención de salirse del molde estuvo inspirada en las increíbles jugadas que veía por televisión. Y no solo de partidos de tenis. “Lo que más me divertía en basketball era una volcada y no tanto un tiro libre. Lo mismo en el fútbol: me gustaban más los goles luego de gambetas y muchos toques. Los goles de rebote me parecían aburridos. Lo que más me movía era el ‘jogo’ bonito en todos los deportes”.

Con esos parámetros, Cuevas comenzó a fijar sus referentes. No solo para idolatrar. También para sentirse respaldado de alguna manera al hacer sus propias jugadas plausibles. “Cuando tenía unos nueve años, Michael Jordan en los Chicago Bullos era lo más deslumbrante que podía ver. Luego me encantó Iverson y después Kobe Bryant. Preferí siempre ese tipo de jugadores. En el tenis me gustaban Gaudio y Safin, por esa mezcla de talento con locura. Y por ejemplo encontraba algo aburrido el juego de Sampras. Prefería a Agassi, pero más por su facha, y a Rafter y a Becker por el hecho de que podían revolcarse para llegar a una bola”.

Cuevas intentaba con éxito emularlos. Pero sobre todo en su etapa juvenil. Cuando comenzó su carrera en el profesionalismo, pesó más la necesidad de ser consistente, de arriesgar poco, de alimentar su personalidad más conservadora. “Oía comentarios de que tenía que ser más prolijo, jugar más al porcentaje, que esas jugadas me desconcentraban. Y eso me fue quitando esa espontaneidad que tenía de más chico”.

Pero esos comentarios lo único que hicieron fue reducir el número de jugadas espectaculares. Por eso en su etapa en el ATP Tour, cada tanto, Cuevas saca alguna de la manga, que se hace viral y que muchas veces termina siendo la mejor del año. “Salen muy natural, muchas veces como un recurso, entonces yo mismo me sorprendo”.Hay más ejemplos. En un punto para campeonato en Sao Paulo ante Albert Ramos-Viñolas, decidió sacar de debajo de segundo saque. No por descaro, sino por necesidad. “Venía de muchas dobles, y cuando erro el primer servicio. Pienso: ‘No me puedo quebrar otra vez. Tengo que sacar de debajo, pero a la gente no le va a gustar, voy a quedar mal’. Entonces me vuelvo a decir: ‘Dejá de pensar, jugá y olvidate de lo que digan los demás’. Todo eso se me pasó por la cabeza en fracción de segundos, en un momento de extrema presión. Saco por debajo, gano el punto y salgo campeón”, recuerda con gracia.

“Hice lo más arriesgado en Estoril”, confiesa. “Eso sí, en los entrenamientos alguna vez lo practiqué. Pero no es que lo pensé mucho cuando llegó el momento. [Tsitsipas] me tiró un globo, y cuando la vi venir, dije: ‘Lo hago’. Si lo pensás mucho, no te sale. Y fue buenísimo, salió espectacular”.

Cuevas casi nunca celebra como es debido después de jugadas así. Se queda en silencio, como si acabara de ganar un punto cualquiera. Tiempo después, repasando la jugada en YouTube, suelta una risa nerviosa e intenta recordar qué se le pasó por la cabeza para haberse arriesgado. Hay una que todavía le cuesta creer que hizo, y en dos escenarios distintos: el Mutua Madrid Open 2017 y Wimbledon 2019.

“Esa ha sido la más difícil que he tenido que hacer en mi carrera: de espaldas, bajo presión, ejecutando ese golpe final que ni sé cómo se llama. Inclusive en algún momento me pidieron replicar la jugada y dije: ‘No se puede’. Ese tipo de jugadas no salen buscándolas. Tiene que ser natural”. Puede ser eso. O tal vez que los magos nunca revelan sus trucos.