40 años después la magia de Vilas sigue vigente

El tiempo pasó pero desde aquel tiempo el trono australiano nunca más lo ocupó un sudamericano.

Guillermo Vilas
Guillermo Vilas

El paso del tiempo es inexorable, sin embargo algunas gestas adquieren mayor dimensión con el paso del mismo. Algunos dirán eran otras épocas, otros tiempos, y quizás algo de razón tengan, pero precisamente por haber sido en años lejanos en el calendario, más precisamente 40 años después, el recuerdo de aquellas 2 conquistas se vuelven más grandes.

Y en este contexto la magia permanece intacta, aquellas luchas por ser el mejor tenían ribetes increíbles y de película. Por aquel entonces el escenario era otro y la superficie también.  El local era el Kooyong Lawn Tennis Club, a menos de 10 km del actual Melbourne Park. La superficie era el césped, el cual para los sudamericanos era una quimera, Aunque no para todos, sino que lo diga el mismo Guillermo Vilas. Este mítico tenista que transformó al tenis de su país y el sudamericano en un antes y en un después. Su 1ª experiencia había sido en 1974 en el Masters, en donde se consagró  luego de derrotar a Ilie Nastase en la final. Y en 1978 y 1979, ahora ya en el Australian Open

Como decíamos desde su 1ª aparición en 1974 hasta esos 2 años a finales de la década, el idilio del marplatense y el continente australiano se fortaleció. Es que Willy se sentía muy cómodo con el clima, su gente sus playas (que le recordaban a su Mar del Plata natal), el entorno creaban una magia muy particular. Y claro disfrutaba el tenis como pocos, era súper profesional, y todo era a pulmón, anotaba en un cuaderno hasta el mínimo detalle, no había celulares ni internet, viajaba apenas con su entrenador, el rumano Ion Tiriac.

Además Vilas entrenaba con tenistas locales, entre ellos, Ken Roswall, John Alexander o Peter McNamara por nombrar a algunos. Hasta llegar a intercambiar pelotas con un niño por entonces Pat Cash.

Y como en una película el zurdo marplatense debió transitar un largo proceso para poder competir y acostumbrarse al calor, a las incansables  

moscas y, en definitiva, a la superficie, que no lo favorecía para su juego. Pero con su habitual conducta de trabajo y la decisión de querer destacarse terminó por aprender los secretos para jugar sobre hierba. Inclusive una de sus frases se volvió un referente cuando afirmó, “es imposible jugar en el césped, el pasto es para las vacas” Pero su incansable lucha por ser el mejor lo llevo a lograr tiempo después las coronas que mucho quería. Quizás  en el debe y como asignatura pendiente le quedó el All England Club, torneo que solo en la película “Players”, lo lograría.


Finalmente, si bien el pasto londinense sería el único torneo de Grand Slam ausente en su historial de conquistas, Vilas logró en Australia convertirse en un jugador todoterreno y mucho más que un especialista en cancha lentas: había sido finalista en enero de 1977, cuando cayó ante Roscoe Tanner y pudo obtener su primer título en Australia en el certamen de 1978; por entonces, el torneo se jugaba a fines de diciembre, y por eso la final se disputó el 3 de enero de 1979, con victoria ante el australiano John Marks por 6/4, 6/4, 3/6 y 6/3. 

El zurdo repitió la conquista el 2 de enero de 1980, al ganarle al norteamericano John Sadri por 7/6, 6/3 y 6/2, en la prueba correspondiente a 1979, en una final que duró 2 horas y 44 minutos bajo un calor agobiante. 

En aquella edición, el argentino siguió su racha triunfal y se llevó victorias ante el estadounidense Chris Lewis, los australianos Gardiner, Peter McNamara y Phil Dent, Víctor Amaya (EE.UU.), en la semifinal por 7/5, 3/6, 7/6 y 7/6 y a Sadri, en el choque decisivo.»Creo que en este tipo de finales, más que jugar un tenis exquisito, se necesita otra cosa. Mantener la mente fría, sobre todo en los puntos fundamentales, moverse con velocidad y aplicar todos los golpes que desconciertan al rival. Algo así salió esta tarde. Creo que no jugué un tenis maravilloso pero sí, un tenis inteligente», comentaba Vilas en la crónica del día siguiente en los diarios argentinos. 

Recordemos que esa conquista, en tanto, significó el último título de un tenista latino en Australia y, por entonces, el último Grand Slam conseguido por un tenista argentino hombre hasta que Gastón Gaudio rompió la racha 25 años después ante Guillermo Coria en Roland Garros.  Por eso esos logros con ribetes de hazañas 40 años después aún siguen resonando cual una caja musical, la magia de aquel chico con melena y poeta en sus ratos libres mantiene aún records que no han logrado arrebatarle. Si parece que fue ayer.